lunes, 28 de enero de 2013

Etnomarketing: el fin del consumidor solitario


Branding Emocional, un dinámico cóctel de antropología, imaginación, experiencias sensoriales y una visionaria orientación hacia el cambio”.(Marc Gobé, “Branding Emocional”).







Con el desarrollo de internet, los medios masivos y el consumismo; las profecías más comunes vaticinaban el aislamiento del consumidor frente a un aparato electrónico. En contraparte, el sociólogo Marshall McLuhan, en los años 60, propuso el inicio de una aldea global donde los sujetos en el mundo se reconectaban a través de mensajes y medios compartidos, rompiendo barreras de espacio y tiempo. En pleno tercer milenio, en la era de las redes sociales, podemos entender que los sujetos y sociedades se re-tribalizan, haciendo imposible seguir analizando al consumidor en solitario sin comprender su entorno, sociedad y cultura a la que pertenecen.

A pesar de ello, el estudio del comportamiento del consumidor se convirtió en una prisión que buscaba el control métrico poblacional para evitar las disrupciones. Otorgar a cada persona una celda en la cual estaba confinada, aislada, sin contacto con los demás y sin asumir la posibilidad de contagio social. El reconocimiento de nuestras creencias, sentimientos y manifestaciones fue reemplazado por logaritmos de comportamiento o clasificadores de personalidad. Primó la sensación de control al dividirnos, antes que la auténtica pasión por conocer qué ocurría en las calles reales y virtuales, donde el consumidor se reagrupaba.

En términos del psicoanalista Julio Hevia, la personalidad se convertiría en un personal-deidad que podría explicar todo comportamiento, pero que, al aislar y estereotipar, tiene dificultades para explicar el comportamiento concreto del consumidor en sus contextos reales: «(personalidad) matriz todopoderosa que, por añadidura, oferta la creencia de que, en el fondo, contamos con un pasaporte espiritual / diferencial que nos salvaguarda de cualquier asimilación al prójimo». (Julio Hevia, Lenguas y devenires en pugna, 2008[G1] ). [1]

La visión solitaria del consumidor buscaría las permanencias, o los orígenes del pasado que expliquen el comportamiento actual sin poder entender losotros consumidores, los outsiders. Pero el marketing y la Publicidad que fueron innovadores han sido tales porque se nutrieron de las tendencias, aquellas desviaciones de lo que no encaja en la normalidad, esas variaciones que se convierten en masas de realidad (como los consumidores de las nuevas limas, grupos temáticos de fans, los movimientos alternativos).

Para Deleuze, filósofo del conocimiento y las ciencias sociales, la modernidad supone esperar lo intempestivo frente a la repetición. Tempestades de la modernidad que están marcadas por los cambios acelerados de la globalización que no asoman en una encuesta o un focus group clásicos; sino que se encuentran en las neotribus de consumo.
«No es en los grandes bosques ni en los senderos donde la filosofía se elabora, sino en las ciudades y en las calles, incluido lo más artificial que haya en ellas». (Gilles Deleuze, 2007[G2] ).[2]

Por ello, el comportamiento del consumidor no puede ser comprendido, únicamente, desde un laboratorio experimental de reacciones nerviosas. Tampoco como la sumatoria de individualidades inconexas; sin entender la adecuación de los sujetos a su entorno geográfico, coyuntura social, marco político y económico, usos del lenguaje y creencias profundas. Se requiere el concurso de ciencias con la capacidad de modificar las conductas grupales de los consumidores, desde la comprensión de la cultura y sociedad, como la antropología o la etnología en su variante de estudio de las culturas.

Esta disciplina tiene un origen comercial. Los antropólogos, desde siglos pasados, fungen de funcionarios mercantiles de los consorcios estatales–empresariales, con una misión de avanzada hacia otros mundos (América, Asia, África, el Ande o la Amazonía). Su labor es traer el botín más valioso que asegure el éxito: el código cultural. Con este código, las colectividades podían ser comprendidas desde sus leyes inconscientes y, en ciertos casos, controladas.

La implementación de la analítica antropológica al marketing da origen al Etnomarketing, para analizar al consumidor en su propio entorno, como miembro de un colectivo. Supone un viaje al contexto de vida del consumidor, descolocarse para colocarse de nuevo (desnudarse para vestirse de nuevo). No es un método, es una inmersión y proceso de cambio de mentalidad del investigador.

El etnomarketero no espera recibir información desde su oficina o laboratorio; viaja en busca de ella, siendo él mismo partícipe de la experiencia. En este viaje se construye observaciones e inmersiones en puntos de venta, espacios públicos u hogares; decodificando los códigos culturales de su consumo que brinden las claves de acciones de marketing que se integren naturalmente a su cultura. Travesías innovadoras cuya misión es romper paradigmas de pensamiento, no confirmarlos.

En suma, en la era digital se anuncia el fin del consumidor únicamente racional, o reptil, o emocional encerrado en una celda egoísta de desconexión con el entorno. Esta construcción imaginaria ha dado paso a un nuevo marketing, donde se integre holísticamente al consumidor al comprender las claves sociales y culturales que movilizan sus ritos, mitos y formas de agrupación; forjando sujetos colectivos de consumo. 

 

[1] Hevia, Julio. (2008). Lenguas y devenires en pugna: En torno a la posmodernidad. Lima, Universidad de Lima.
[2] Deleuze, Gilles. (2007). Lógica del sentido. Barcelona, Paidós.



viernes, 25 de enero de 2013



Putting Ethnography Science Behind Your Strategy

We’re sure most of you out there have said at one time or another, “I would love to be a fly on that wall!” There’s no denying our inherent desire to know what other people are really saying and thinking—without having to admit you’re just dying to know things you shouldn’t or couldn’t. Whoever said that ignorance is bliss, might rewrite that common cliché and replace “bliss” with “blind.”
Being nosey can actually be a good thing, in fact, it can be very insightful and rewarding. As strategic marketers and brand builders, the team at evok knows the more research you use to create a message, campaign or idea, the better the success rate. you will have. So, how do we search for this useful information in the field? How do we conduct a detailed survey of the characteristics of a specific market segment? It’s not a secret and you don’t have to be incognito to benefit from this tuned-in, on the wall approach. The writing on the wall points to ethnography.
Ethnography is a qualitative research method often used in social sciences, but it has shown great value to the world of marketing. It goes beyond the normal settings of the traditional focus groups by taking research to the core where it matters most, an individual’s everyday life. Ethnographers observe, interview and videotape people in their everyday lives: where they work, live, shop and play. And the reason it has such value is because it overcomes the artificial nature of surveys and their standard Q&A format, which depend on self-reporting, skewed grouped results and the researcher’s frame of reference. Ultimately, ethnographic research reveals the unspoken cultural and social patterns that shape consumer behavior.
Knowing how to provoke the desired behavior is key to building a brand. It’s the consumer’s behavior as to whether or not they decided to choose your brand over another. What ethnography can do is provide insight into how a consumer interacts with your brand – how they feel about it, when they use it and why they chose it. These findings can lead the way to a communication strategy that can incorporate traditional and non-traditional tactics. These tactics allow the consumer to experience and embrace your product or service, when and where it is relevant to them.
Not all Ethnography marketing studies are created equal, nor are they for everyone. It’s an ideal approach to use when:
  • Launching/developing a new product
  • Developing a brand position
  • Creating up-front exploratory work (when the objective is to renovate, revive or reposition a brand)
  • Trying to understand how a consumer uses a product or service in the context of his or her daily life
  • Observing consumer behavior first-hand is critical versus asking for recall after-the-fact
  • The audience is hard-to-reach (e.g. teenagers, moms with babies, the affluent); or as a complement to more traditional qualitative (focus groups) or quantitative (usage and attitude studies) approaches.
Still not exactly sure when or how to use ethnography? How about in the morning on an empty stomach? Here’s a good example from General Mills.
When breakfast is and isn’t breakfast anymore.
General Mills understood that the paradigm of the family breakfast was shifting, but didn’t know where it was going or how to respond. Researchers arrived at consumers’ homes at 6 a.m., armed with video cameras and the tools of ethnographic research, ready to study families during their morning rituals. “Breakfast” has become an individualized and intermittent series of snacks eaten up to 11:00 a.m. Yet, it is still perceived as the most important meal of the day, so parents struggle to find the right foods for their children.
Go-GURT portable yogurt for kids was just the answer. The product is healthy enough for moms to give to their kids any time of the day and is “cool” enough for kids to eat during their morning recess. In just two years, it captured 7% of the $2 billion yogurt market.
Since then, the total U.S. yogurt market has ballooned to more than $4 billion and Go-GURT has become a ubiquitous kid-food product with a slew of imitators.
Ethnography can help marketers and brands overcome all language, age and geography barriers; just ask the fly on the wall, he’s scaled ‘em all